domingo, marzo 02, 2008

Sorbos

Soy una desordenada. No llevo reglas en las hojas del cuaderno. Hoy esgrimí mi acto voluntario de aprender a estar sola, a disfrutar de pequeñas cosas… sola.

En un acto rebelde que se niega a sucumbir a la melancolía de nuevo, como un resorte, tomé la decisión de salir con ella a desayunar, con ella, con Noa, mi irremediable soledad. Al comienzo se puso remolona, pero una vez que le dibujé el plan, le pareció un tanto atractivo y accedió.

Conozco un sitio que, en otros tiempos, visité acompañada. Una fría terraza lo corona en un segundo nivel. A esta hora sopla un viento gélido que invita a tomar bebidas calientes. (¿Quién me diría que casi un año después de ese abandono, volvería con Noa a disfrutar de la lectura de un periódico local mientras desayunamos?)

Pedí un buen desayuno, suculento, me lo merezco después de tanto esfuerzo laboral. Es hora de consentirme un poco. Noa aún se entristece por los recuerdos. La he amenazado de muerte si no depone su actitud derrotista. Ella quiso un café fuerte, pero con algo de leche. Generalmente lo tomo negro, cerrero, fuerte, pero Noa es menos drástica y prefiere suavizarlo con un toque lácteo. La complazco. Ella es una buena compañía a pesar de su fatalismo y de su persistente actitud de conservar recuerdos que ya no son útiles. Nadie podría entender porqué vine aquí de nuevo, salvo ella.

Compré el periódico y lo leí mientras prodigaba pequeños bocados a mi pastel y bebía un delicioso té frío (que, por cierto adoramos ambas para desayunar).

En la terraza solo estábamos ella y yo. Un rato más tarde llegó una familia compuesta de tres: padre, madre y suponemos que el hijo ya crecidito. Optaron por el espacio cerrado, cosa que agradecimos. Me daba literalmente lo mismo. Mis audífonos tomaron su lugar y puse mi canal de Brasil, me encanta esa música cadenciosa y de ritmo suave, así que no escuchaba nada más que eso y no me importaba cosa alguna en el exterior.

En ocasiones, Noa se pone impertinente y me recuerda momentos, circunstancias, lugares que ya no quiero que aparezcan porque me hacen daño. Así que prefiero la música y la dejo que vague en sus propios recuerdos (que ya no son míos, sino de ella, y que he luchado por hacerla reaccionar).

Me habla del caballero aristócrata de vientos tibios, pero no quiero escucharla. Le recuerdo los momentos de traición y ella insiste en traer remembranzas dulces.
Hoy me he vestido deportiva. Nunca lo hago. Sin embargo, dado lo desconocido de mi destino esta mañana, preferí estar cómoda. Además no tengo intenciones de ver ni hablar con nadie, así que da lo mismo mi vestimenta.

Desde aquí veo automóviles pasar, gente que, como yo, madrugaron un domingo y buscan donde saciar su apetito. O aquellos que, como yo en otras épocas, amanecieron en la calle después de una noche de lujuria, diversión… o tragedia, quien sabe.

Nunca pensé repetir esta circunstancia. La última vez que escapé de mi misma, recuerdo que escribí tanto como hoy, sentada en una plaza y vaya que después de eso sucedieron cosas tristes.
Hoy no será así, solo vine a estar a solas (con Noa, que es lo mismo que estarlo, ella sabe respetar mis silencios).

Acabo de descubrir una nueva librería al frente. No estaba en aquellos tiempos en que aquí, en esta misma silla, me burlaba de un escaparate rococó que exhibían en la vitrina de la tienda de muebles (se llama Urima… ¿Qué significado tendrá ese nombre?). Por cierto, ahora muestran camas y sofás de cuero, poltronas reclinables y esas cosas que compran los hombres para ver televisión en el hogar y que nunca usan por falta de tiempo o de ganas.
Hoy decidí comprar una hamaca cuando pueda, para mi casa, sueño con echarme allí a leer y escuchar música.

Alguien llegó a la terraza, me es indiferente. Estoy abstraída en la música y en esto que escribo. No se ni la hora. Tengo que comprar víveres, hay que comer mañana. ¿Qué importa el mañana en este momento? Pero debo prepararme. Me cuesta levantarme de aquí, siento tanta paz que se me hace difícil moverme. Noa tampoco parece querer retirarse. Suena “Tell him” (life can be so cruel).

Definitivamente hace falta estos momentos. En silencio, a solas.
Asimilar los abandonos como un escalón y no como fracasos. (and whisper tender words so soft and sweet…)
La vida es paradójica. En algunas tendencias recomiendan desprendernos, dejar ir el amor, ya que si regresa, será nuestro. En otras, por el contrario, nos indican que no lo dejemos ir.
Este bolígrafo está llegando a su fin. Por suerte siempre llevo repuestos, ya van casi 6 páginas de cuaderno.

Ayer recibí una reprimenda cuando expresé sentirme sola. Me dijeron que no tenía derecho a quejarme, ya que tampoco quería salir cuando me invitaban. No me quejo por eso, realmente no es esa la clase de actividad que me provoca. Deseo estar así.
Si he de estar sola, necesito estos momentos y no aturdirme para no pensar. Necesito esta introspección.

¿Será esta la parte final de aquel cuento maravilloso? ¿Será esta la ceremonia póstuma que estoy haciendo como tributo a mis mejores recuerdos? ¿Qué opina Noa de esto? Ella siempre acaricia la esperanza. Yo no. He allí nuestro único conflicto. Ella cree que, pasado un tiempo, las cosas volverán a ser como entonces. Yo deseché hace mucho esa posibilidad.

Ella piensa que, sencillamente, nos entretenemos ahora en otras cosas para prepararnos para una nueva etapa con mayor perfección, sin errores. Yo concibo las nuevas experiencias en novedades, no en retrocesos al pasado.

Me debato entre este presente que sé transitorio y el conocimiento, el esfuerzo en mantenerme sana, en no albergar de nuevo la ansiedad (suena ahora “Reasons”). Premonitorio. La única razón para seguir, para avanzar, soy yo.

Ahora suena “Rehab”. No es más que la señal de que debo reinventarme de una vez por todas y barrer recuerdos. ¿No es esto una muestra divina en que avanzar será la única opción disponible?

Asoman deseos de llorar, pero no me permito de nuevo este tipo de emociones, se que si comienzo, no habrá un fin próximo, corto. Noa me reprende, me abre los ojos como advertencia y en tono de prohibición.

Bien, creo que pasé suficiente tiempo aquí. Drené pensamientos, sentí tranquilidad, organicé mis ideas y permití que Noa reposara en mis letras.

Otro domingo más, éste en silencio absoluto.
He pensado acariciar la idea de un viaje sola. ¿porqué no?. Es un atrevimiento que estoy dispuesta a asumir, una experiencia que también me permita dejar salir el coraje que sé que se abanica en mi interior. Creo haber demostrado ser valiente. Eso podría fortalecerme mucho.
El día está nublado. Pasan de las 10 y aún el sol no ilumina suficiente el azul de esta parte del techo.

Comienzan a llegar personas a la terraza, este lote madruga menos.
Hora de irse, comprobé que este es un buen sitio para meditar temprano.
Ignoro si transcribiré esto, está algo largo.
Vamos, Noa, es hora de regresar a casa. Gracias por tu compañía.

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