lunes, julio 27, 2009

TRATADO DE CULINARIA PARA MUJERES TRISTES








Creíste haberlo amado alguna vez. Mejor dicho lo amaste. Pero ahora, sólo pensar en él te
produce escalofrío, repugnancia. Fue como amar un guerrero en armadura de la que sale, de
repente, la floja gelatina viscosa de un ser abominable. Cómo fue posible que yo, esta de ahora,
haya querido alguna vez a semejante..

Cómo vivir con este recuerdo perfumado de rabia. Lo malo es que todavía, de vez en cuando, te
vuelve a la memoria su coraza vacía, su carne de molusco. Y tú quisieras poder sumar todas las
miserias y pequeñeces de ese mequetrefe disfrazado de héroe para adquirir la perfecta
indiferencia, para no pensar ya nunca más en él o pensarlo como se piensa en que se te olvidó
comprar la jalea para el desayuno, Sin odio, sin temblores, sin ganas de venganza.

Una hechicera de los páramos del altiplano, una altiva hechicera, me dio una vez la receta para
disolver el recuerdo disgustoso de un mal amor pasado. Para cancelar esa oprobiosa memoria, al
parecer, se requiere volver a la sevicia de los rituales salvajes y, como en ellos, es necesario hacer violencia a un animal inocente pero, como el recuerdo, repugnante.

Habrás de conseguirte una babosa, un caracol sin concha, mejor dicho. Una de esas que después
de la lluvia se pasean parsimoniosas por el suelo, dejando una estela de baba espumosa que da
bascas, como el recuerdo de aquel. Pondrás la babosa sobre un pañuelo de lino de color pastel y
cogerás un puñado abundante de sal fina. Echa la sal sobre la babosa y aprecia cómo empieza a
retorcerse y entre retortijones a disolverse en nada. No mires más, ata el pañuelo y entiérralo
veinte centímetros bajo tierra. Con la babosa disuelta en sal se disolverá también ese asqueroso
recuerdo.
No he probado jamás esta receta, pero la risueña sacerdotisa de los páramos me aseguró su
eficacia.



Héctor Abad Faciolince

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